Una de las claves para que surjan relaciones exitosas, es que nazcan de una manera auténtica y fluida. Esto se da cuando dos o más almas se conocen y comienzan un intercambio energético que las hace sentir anímicamente elevadas

Aunque reconozco que hay excepciones (sobre todo cuando conocemos a alguien antes de iniciar un camino de desarrollo personal y espiritual); en muchos casos, esta química suele estar presente.

Llegué a este insight, cuando en una caminata integrativa (donde pongo en orden mis ideas) recordé una conversación por instagram con una coach financiera que estaba acercándose utilizando una estrategia de marketing que conozco de memoria y considero invasiva.

(En resumen, busca interactuar con el contenido del potencial cliente, mandar mensajes y luego ofrecer los servicios.)

Así que aprovechando que me había invitado a una reunión de feedback, le comenté que no contrataría a alguien que utilice este tipo de estrategias. Y si bien respondió que ella no ofrecía servicios sin antes establecer una conexión real, esto de “conexión real”, me generó las siguientes preguntas:

¿Qué pasa si el otro no quiere establecer una conexión contigo? ¿Acaso la conexión es algo que se puede forzar a través de la insistencia? ¿Acaso es algo en donde solo una persona interactúa sin chequear si el otro se siente cómodo y está en la misma frecuencia?

Mi respuesta es no. Y lo sé, porque he metido la pata en este asunto al tratar de forzar conversaciones en un retiro de 1 día que hice en Estados Unidos, en el 2019. Recuerdo que, ingenuamente, me propuse desafiar mis traumas de la infancia (en torno al rechazo y la timidez) al evitar aislarme en este evento.

Así, me podías ver a la hora del almuerzo, tratando de entrometerme en conversaciones ajenas y forzando entablar relaciones con personas que no querían hablar (al menos no conmigo)… Hasta que después de un rato, me di cuenta que mi estrategia no iba a prosperar; y me fui por un café.

Mientras lo esperaba, apareció una chica con una sonrisa super amable y dispuesta a conversar. La química fue instantánea. Teníamos muchos temas en común y habíamos ido por el mismo motivo (ver a Gabby Bernstein).

Así conversamos un buen rato, mientras tomábamos el café; y, luego, nos encontramos en la conferencia y conversamos otro rato más.

Lamentablemente, al terminar, el frío (bajo 0), en un lugar al aire libre, era tan fuerte, que salí disparada sin intercambiar datos.

Sin embargo, sé que este encuentro me lo enviaron mis ángeles para demostrarme que no necesito forzar nada para que se den las cosas… Porque pueden suceder de la manera más mágica y natural.

Este encuentro me enseñó, que las relaciones no se fuerzan, se atraen.

Y ojo, con esta historia no quiero decir que tienes que esperar a que las personas lleguen, sin dar la iniciativa. Sino, el desarrollar la intuición, empatía, escucha y sensibilidad suficientes como para darte cuenta cuando el otro quiere interactuar y cuando no.

Esta chica me enseñó que para entablar una relación que deje huella, aunque dure unas cuantas horas, se requiere química, puntos de vista en común, intereses compartidos y vibrar en la misma frecuencia.

Son estas relaciones las que marcan el alma; y aunque duren tan solo unos minutos, pueden durar toda la vida…. al menos en nuestro corazón.

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